Cambiar la Educación: Urdimbre de Aspiraciones y Contradicciones


Margarita Zorrilla Fierro


Cambiar la educación para lograr un mundo humano, más justo y fraternal, continúa siendo un ideal vigente en nuestros días. De momento, parecería sencillo preguntarse por la razones que apoyan este ideal que heredamos de la Ilustración; sin embargo, no lo es.

En un intento por ordenar algunas reflexiones con el propósito de compartirlas con nuestros lectores en este número de REICE, con el que cerramos el trabajo de un año a la vez que abrimos el del siguiente, se le da cauce a su expresión.

La educación es un proceso de doble hélice ya que hace referencia al desarrollo de cada persona en lo individual y en lo colectivo o social. Sin desconocer la existencia de otros espacios, se sigue pensando que la familia y la escuela son ámbitos de experiencia formativa esenciales.

De manera particular la educación escolar representa el acceso formal, es decir, sistemático y organizado, a la cultura, la formación cívica y al conocimiento, y es el espacio cultural que pueden compartir todos los niños, adolescentes y jóvenes como fundamento de una convivencia justa.

Por su importancia, la educación se define como un derecho fundamental de todo individuo que cada Estado nacional debe garantizar, sin discriminación alguna. Por ello, la escuela y los sistemas educativos como hoy los conocemos fueron desarrollándose en cada país con el fin de preservar y transformar la cultura y de garantizar el derecho de todos a ser educados. No obstante esta aspiración y el arduo camino recorrido, por pensar sólo en el siglo veinte, la distancia entre las aspiraciones y los logros obtenidos parece insalvable. Si bien la universalización de la educación que hoy denominamos “básica” ―la que todo individuo debe lograr― es un reto monumental, lo es aún más conseguir que sea de calidad y con equidad para todos.

A pesar de que parece que la escuela no cambia su formato original de funcionamiento, en realidad han ido ocurriendo cambios en algunos de los procesos que en ella acontecen. Hoy día pocos educadores sostienen que “la letra con sangre entra”. Asimismo, ahora se sabe que el niño llega a la escuela con experiencias previas que condicionan, determinan o, tal vez sea mejor decir, contextualizan su proceso de aprendizaje, lo que significa que una buena cantidad de los educadores ya no parten del principio de la “tabula rasa”. Estos cambios no son menores y se deben en gran medida a los avances en la investigación del desarrollo humano y de la educación. En particular se destaca aquélla sobre los procesos de aprendizaje y de enseñanza y que hace referencia a los actores fundamentales del hecho educativo: el alumno y el maestro.

Asimismo, el papel que la escuela tiene en el desarrollo y aprendizaje de los individuos es objeto de estudios sistemáticos. En particular el movimiento de investigación sobre eficacia escolar y ahora de la perspectiva de “mejora de la eficacia escolar” han hecho manifiesto que la escuela sí importa. El centro escolar en su conjunto es clave para el mejoramiento de la calidad y equidad educativas. Esta tradición investigativa aporta conocimiento acerca de los factores que contribuyen a mejorar los resultados escolares entendidos como el desarrollo integral de todos los alumnos.  Entre ellos se encuentra el clima educativo de la escuela y el aula, el trabajo en equipo de los docentes, la participación de la comunidad educativa en su conjunto, la labor y liderazgo de los directivos, el seguimiento y monitoreo de acciones y proyectos de trabajo, la pertinencia y calidad del currículo, el tener altas expectativas acerca de la capacidad y logro de cada uno de los estudiantes, pero también los recursos económicos y materiales disponibles y la formación inicial y permanente de los docentes así como sus condiciones de trabajo (Schmelkes, et al., 1997; Sammons et al., 1998; Murillo, 2005).

Por su parte, los estudios sobre gestión y política escolar alertan sobre las dificultades que atraviesan los maestros y directivos escolares para responder a las exigencias y demandas de su entorno social y del propio sistema educativo. En este sentido advierten sobre la urgencia de que los gobiernos asuman su responsabilidad en la creación de condiciones institucionales para que los maestros y directivos realicen de la mejor manera la función de educar que les ha sido encomendada (Ezpeleta, 2004ª, 2004b).

Ya que hoy se dispone de conocimiento para afirmar que la escuela sí importa es relevante ocuparse de identificar los logros o factores de eficacia, así como las dificultades que enfrenta la escuela para lograr sus metas formativas en las nuevas generaciones de niños y niñas.

Existe preocupación e incluso insatisfacción por los resultados que la educación básica, la que es para todos, está obteniendo. ¿Qué es lo que acontece? ¿A quiénes les acontecen qué cosas? ¿Dónde, cómo y por qué?

Precisar las metas respecto a la calidad de la educación así como de equidad en la distribución de oportunidades para aprender requiere, como se ha dicho, identificar los factores sociales y escolares que contribuyen a la obtención de niveles diferenciales de logro educativo en estudiantes que provienen de poblaciones diversas y viven en contextos distintos. Estos elementos del discurso sobre la educación quieren ir más allá de la sola preocupación por la cobertura del servicio educativo y en los hechos orientan de una u otra manera las decisiones. Por ejemplo, hoy se habla de que el currículo debe organizarse en función de competencias, enfoque que enfatiza la articulación e integralidad entre conocimientos (información), habilidades, destrezas, actitudes y valores y presenta nuevos planteamientos para lograrlo.

Otro aspecto que se observa hoy día es el que se refiere a los cambios en la configuración de los sistemas educativos en casi todo el mundo. En particular, la mayoría de los países de Iberoamérica inició en las últimas décadas del siglo xx vastos procesos de reforma que se caracterizan fundamentalmente por el objetivo de asegurar la educación para todos mediante la transformación de la gestión y, de manera simultánea, por una renovación significativa en los ámbitos pedagógico y del currículo.

La transformación de los sistemas educativos en nuestros países tiene que ver con decisiones relativas a la centralización o descentralización de la Administración; a los montos del financiamiento, así como su distribución, destino y uso; la ampliación de la educación obligatoria; el cambio curricular y pedagógico; la introducción de sistemas de evaluación; la implementación de programas compensatorios; la renovación de la formación inicial y en servicio de los docentes; y con distinto grado en cada país el impulso a la investigación educativa, entre otras.

El propósito de reformar los sistemas educativos significa cambiar la educación para que ésta sea de mejor calidad y mayor equidad en la distribución de las oportunidades educativas. Este hecho ha colocado a los sistemas educativos en una dinámica de cambio, no exenta de dificultades y contradicciones.

La urgencia por cambiar la educación y los sistemas educativos, se traduce en mayores demandas y exigencias a las escuelas y a los docentes. Parece que existe una conciencia creciente de que el mejoramiento de la educación debe transitar por la transformación de la escuela, propósito que los gobiernos de diversos países suelen afirmar como el centro de sus políticas y programas educativos.

Los sistemas educativos fueron creciendo y las dificultades para conseguir calidad y equidad se fueron haciendo más manifiestas. Por ejemplo, la mala calidad de los resultados educacionales, al rezago educativo creciente ―evidenciado por las altas tasas de reprobación y deserción, sobre todo en las poblaciones más vulnerables―, así como la existencia de una desigual distribución de la calidad de la oferta educativa entre distintos grupos sociales, es decir, la distribución de insumos, el cuidado de procesos y la obtención de resultados, la infraestructura, los libros y materiales educativos, los profesores, el uso del tiempo y oportunidades para aprender, son desiguales en calidad y pertinencia para los distintos grupos poblacionales, y sólo por mencionar algunos aspectos.

A medida que nos alejamos de la génesis de los cambios que han experimentado los sistemas educativos en las tres últimas décadas, la distancia permite apreciar el acontecer de la educación y sus resultados de distinta manera. Se cuenta con mayor información, se van desarrollando perspectivas de valoración, se identifican enseñanzas y aprendizajes, dificultades y oportunidades, logros y fracasos. Los desafíos para la investigación educacional se incrementan de manera considerable.

Así, distintos grupos de investigadores y analistas de políticas públicas, dirigen su atención a la necesidad de continuar con el esfuerzo para universalizar la educación básica, lograr una mayor equidad en la distribución de oportunidades educativas y mejorar la calidad de la educación para todos, pero con nuevas exigencias. La transformación acelerada de los intercambios internacionales en un contexto de globalización creciente, en el cual el conocimiento adquiere un valor estratégico, exige de los sistemas educativos una mayor capacidad de respuesta respecto a la formación de las personas.

También hay que decir que la perspectiva del mercado no es el único motor del cambio en educación. Frente a las visiones y exigencias de la globalización, resalta la importancia de atender otros fines de la educación, los cuales colocan el desarrollo humano de todos los individuos en el centro de atención, junto con la consecución de objetivos sociales como son la justicia, la libertad y la democracia.

Se puede afirmar que los sistemas educativos han experimentado cambios de distinto tipo impulsados a su vez por diferentes factores políticos, jurídicos, sociales y económicos que han influido en su concepción, funciones, operación y gobierno. Entre el diseño de una reforma, los mecanismos utilizados para su implementación y el logro de resultados esperados siempre existe la mediación de los factores antes aludidos, así como las competencias técnico-profesionales y los ambientes culturales que hacen que el sistema sea un organismo vivo y dinámico.

En términos generales puede sostenerse que aunque en distinto grado, los países de Iberoamérica han experimentado un desarrollo importante de su educación básica, si bien debe reconocerse que las transformaciones no son lineales sino que implican múltiples interacciones entre factores sociales, políticos, económicos, culturales e incluso psicosociales, que le imprimen una mayor complejidad a los procesos de cambio.

Frente a la gran desigualdad social y educativa que viven nuestras sociedades, resulta inadmisible que se ponga en riesgo el mejoramiento de la educación al incurrir las Administraciones en decisiones de política que padecen inconsistencias e incoherencias que dejan a la acción individual y muchas veces solitaria de los docentes el deber de conseguir una educación de mejor calidad y con mayor equidad.

La insatisfacción que se experimenta respecto a los avances de la educación no se debe a una sola causa, está la acción de los gobiernos, el monto, destino y uso de los recursos públicos para la educación, la formación de los docentes y otras. Se puede decir que en la conducción de los sistemas educativos existen errores y deficiencias que impiden lograr un desarrollo armónico del sistema educativo en su conjunto y de cada institución escolar en particular y ello provoca que se vulnere el derecho a la educación, que es el derecho de todos a aprender, a disponer de oportunidades de desarrollo.

Para que la educación contribuya a la construcción de una mejor sociedad es necesario que cada escuela incremente las posibilidades de conseguir que los logros de aprendizaje sean similares en todos sus alumnos y para ello ha de ofrecer a quienes más lo necesitan oportunidades que les permitan compensar sus desventajas socioeconómicas, culturales y educativas previas. Para ello se requiere una orientación clara de la política educativa hacia la consecución de tal fin.

Los cambios en educación requieren de poner en juego distinto tipo de conocimientos y saberes que son complementarios e interdependientes entre sí.

El saber técnico profesional se requiere para fundamentar acciones que van desde el diseño de la infraestructura escolar, la distribución de los recursos financieros y, pasando por el currículo, la introducción de nuevas tecnologías, por mencionar algunas cuestiones. El saber político como factor clave en las negociaciones y la creación de los acuerdos y consensos que se necesitan para proporcionar viabilidad a las decisiones de mejora de la educación. El conocimiento científico disponible sobre distintos aspectos de los procesos, instituciones y actores de la educación que pueda darle soporte a las decisiones técnicas. El saber proveniente de la práctica educativa cotidiana de los educadores, el cual, por su dispersión en las experiencias individuales y falta de organización en contados casos es tomado en cuenta. El saber pedagógico, el cual tiene que ver con los tiempos de aprendizaje que requieren distintos actores para comprender y apropiarse de los procesos de cambio y mejora.

No basta la complementariedad de saberes, además se requiere reconocer que en el diseño e implementación de los cambios en educación intervienen actores sociales y educativos diversos como las autoridades educativas gubernamentales, las autoridades escolares, los docentes, los padres de familia, las organizaciones políticas, gremiales y sociales que pondrán en juego sus comprensiones e intereses. Por ello, es esencial construir ambientes de colaboración y compromiso y cuidar que no se deterioren.

Con la esperanza de que el mundo mejorará si ofrecemos a las nuevas generaciones una educación basada en el derecho, democrática, racional y cimentada en los valores éticos de la convivencia humana nos atrevemos a proponer elementos de una ecuación del cambio en educación: Conocimientos y saberes como fuentes de cambio, confianza en el poder transformador de la educación, responsabilidad y decisión de los gobiernos y finalmente, colaboración y compromiso de todos los actores sociales que se encuentren implicados.

 

 Refencias Bibliográficas

Ezpeleta, M. J. (2004ª). “Innovaciones Educativas. Reflexiones sobre los contextos de su implementación”. Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol.9, núm. 21, pp.403-424.
Ezpeleta, M. J. (2004b). “Lo institucional de la escuela en las políticas de reforma educativa”, en Tenti, F.E. (Organizador) (2004). Gobernabilidad de los sistemas educativos en América Latina. Buenos Aires: Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación-unesco, pp. 163-177.
Murillo, F. J. (2005). La investigación sobre eficacia escolar. Barcelona:Octaedro.
Sammons, P., J. Hillman y P. Mortimore. (1998). Características clave de las escuelas efectivas. México: Secretaría de Educación Pública.
Schmelkes, S., F. Martínez y M.C. Noriega. (1997). La calidad de la educación primaria: Un estudio de caso. México: sep-Fondo de Cultura Económica.