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2011 - Vol. 5 Num. 1 | ||||||||||||
La Tarea de la orientación como herramienta de inclusión educativa |
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Algunas precisiones conceptuales Entender la esencia de la diversidad nos invita, en un primer momento, a hacer algunas aclaraciones terminológicas. El principio de atención a la diversidad no se trata de un concepto unívoco sino que tiene diferentes lecturas (Gimeno Sacristán, 1999) o planos desde los que debe ser analizado. Es, como nos ha hecho ver Coll (1994) desde hace tiempo, un concepto polisémico. Una primera lectura tiene que ver con el objetivo de perseguir un adecuado ajuste entre las características del alumnado y la enseñanza que se le ofreceColl y Miras (2001) entienden que este proceso de ajuste puede recaer más del lado del alumnado, acomodándose éste a las diferentes modalidades formativas. Por otro lado, cabe diversificar la acción educativa y la enseñanza introduciendo las variaciones necesarias en la organización y el funcionamiento del sistema educativo y en la organización y acción pedagógica de centros y aulas. Desde esta última concepción, la tarea de ajuste supondría para el profesorado preocuparse por conocer las características personales de cada uno de sus alumnos y alumnas y estar en disposición de querer llevar a cabo una enseñanza adaptativa; esto es, adaptar o modificar desde la organización del aula y la programación didáctica, hasta los procesos instruccionales precisos para alcanzar el mayor grado posible de ajuste, y, por lo tanto, de individualización de la actividad educativa (Aldámiz-Echevarría, et al. 2005). Esta acepción del concepto de atención a la diversidad es la que consideramos más relevante pues, con ella, incorporamos a todo el alumnado en las repuestas educativas organizadas desde la escuela. Figura 1. Rasgos que identifican la diversidad de la población escolar
Como señala Gimeno Sacristán (1999:67) todas las desigualdades son diversidades aunque no toda la diversidad supone desigualdad. En este sentido, atención a la diversidad viene considerándose sinónimo de la preocupación por las medidas que puedan servir para compensar las desigualdades y paliar las desventajas que experimenta determinado alumnado en el acceso, la permanencia o la promoción en el sistema educativo, así como por aquellas medidas que, en último término, sirvan para eliminar cualquier tipo de barreras que impiden, en su sentido más amplio, el acceso, el aprendizaje y la participación de determinado alumnado en la vida escolar (Booth y Ainscow, 2002). Por último, es importante resaltar que hablar de atención a la diversidad debería hacernos pensar también, en la preocupación por reforzar una educación en valores y para la ciudadanía democrática (Imbernón, 1999), particularmente, aquellos referidos al reconocimiento y respeto de las propias diferencias humanas y, por lo tanto, a la tarea de enseñar y aprender valores democráticos como la resolución pacífica de los conflictos, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia o la dignidad. En el contexto de esta perspectiva, parece obvio que se tendría que considerar como una condición necesaria para el aprendizaje de tales valores y actitudes que en los centros escolares existiera una auténtica diversidad, pues parece difícil enseñar y aprender la tolerancia o el respeto necesario hacia quienes puedan tener capacidades personales, género o procedencia distinta a la propia, si el alumnado de los centros es homogéneo y no participa con otros compañeros diversos en proyectos de acción coherentes con esos valores. Estos planos o acepciones, profundamente interrelacionados, se configuran de forma muy distinta en las políticas educativas en función, entre otras cuestiones, de las concepciones y valoraciones en torno a lo que Echeita (2005) ha denominado dimensiones o variables críticas bien sean de orden psicopedagógico (Coll y Miras, 2001), organizativas (Fernández Enguita, 1999), culturales (López Melero, 2001), e ideológicas (Marchesi y Martín, 1998), generando modelos de atención a la diversidad muy diferentes entre sí y con resultados notablemente distintos. Por tanto, no es el alumnado con dificultades quien tiene que adaptarse a lo que pueda enseñarles una enseñanza general, planificada y desarrollada para satisfacer las necesidades educativas de la mayoría del alumnado, sino que es la enseñanza la que debe adecuarse al modo y manera que permite a cada alumno y alumna particular progresar en función de sus capacidades (Arnaiz, 1997). Insistiendo en esta idea, entendemos que un currículo comprensivo que diversifica las respuestas para acoplarse a las diferencias requiere: flexibilidad,para proporcionar las ayudas pedagógicas necesarias que mejor se ajusten a la diversidad del alumnado dadas sus características personales, y aperturapara ser sensible a los rasgos distintivos del contexto donde adquiere sentido. Necesidad de un currículum en el cual la flexibilidad, la apertura, la autonomía y la adecuación se configuran como los aspectos definitorios del mismo (Torres González, 1999: 124). El curriculum debe tener presente que el aprendizaje es un proceso de interacción entre el individuo y el ámbito que lo envuelve.
Para lograr esto es necesario que todos los profesionales reflexionen sobre su práctica, compartan estrategias y trabajen en equipo. Por tanto, creemos estar en condiciones de afirmar que es el profesorado el que ha de ajustar la ayuda pedagógica, adaptando la práctica educativa mediante la elaboración del proyecto curricular y programaciones que tengan en cuenta las características particulares del alumnado. Puesto que la diversidad es un hecho inherente al desarrollo humano, la educación tendrá que asegurar un equilibrio entre la necesaria comprensividad del currículum y la innegable diversidad del alumnado a quien va dirigido. En este sentido, la orientación juega un papel clave ya que, como verdaderos agentes dinamizadores que deben ser de la práctica educativa, los orientadores estudian una posible respuesta a la dualidad comprensividad-diversidad, que venga a sumarse a las medidas para tal fin establecidas. El orientador juega un papel importante en la Atención a la Diversidad, desde el Proyecto Educativo de Centro (PEC), a través del Proyecto Curricular y del Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, facilitando la labor orientadora de profesores y tutores.
De este modo, la escuela se constituye como un espacio de reflexión, de debate, de convivencia, de interacción, de adquisición de saberes donde las experiencias vitales y personales, aportadas a este nuevo escenario, cobran relevancia en el intercambio entre los miembros de la comunidad educativa. Se trata, en definitiva, de crear un espacio social regido por unas nuevas pautas nacidas de la negociación y de la creatividad colectiva. Estos nuevos escenarios sociales nos muestran que el futuro de la escuela se encuentra en un nuevo contexto de responsabilidad compartida con el entorno social en el que está inmersa. Por lo tanto, como sugiere Coll (2001) ampliar el concepto de educación equivale a aceptar que la educación es una responsabilidad que compete a la sociedad en su conjunto y que ésta cumple facilitando a todos sus miembros la participación en un amplio abanico de escenarios y de prácticas sociales de carácter educativo. La escuela es el lugar donde los alumnos y las alumnas acuden a trabajar juntos para aprender colaborando mutuamente y para disfrutar de las experiencias que se ofrecen, como si de una aventura productiva se tratara en la que todos y todas pueden aprender: un lugar de encuentro donde se establece la base de la comunidad, donde todos los alumnos pueden ser excelentes sin la necesidad de triunfar sobre los otros (Muntaner, 2000: 4). Vivimos en escuelas, en entornos de aprendizaje compartidos. Si hay desigualdades de partida, el tiempo y el espacio de aprendizaje no debe ser idéntico, sino acorde a las necesidades que se manifiesten. En este sentido, los profesionales de la orientación deben ser conscientes de la importancia de su participación en la construcción de la cultura escolar y en el desarrollo de las distintas propuestas de actuación del centro (Pascual i Ruiz y Dragojević, 2007). Los Departamentos de Orientación (DO) se erigen en una estructura de la organización escolar desde la que se articulan y dinamizan las actuaciones relativas a la educación integral de la persona, entendiendo ésta como el desarrollo personal, académico y social. Método
Entendemos que la mejora de la calidad de los D.O. no se produce únicamente por aumentar los recursos y la infraestructura de los centros de Educación Secundaria, sino que se caracteriza por la aportación de capital humano preparado para dar respuestas reales a las demandas que surgen en sus contextos de trabajo. Desde este posicionamiento y partiendo de los propósitos anteriores, hemos establecido los siguientes objetivos para nuestro estudio:
- Población y muestra Los nueve orientadores y orientadoras encuestadas constituyen la totalidad de profesionales de la orientación que trabajan en las Zonas de Actuación Preferente de la ciudad de Córdoba, en los seis centros que a continuación se citan: IES López Neyra, IES Grupo Cántico, IES Ángel de Saavedra, IES Trasierra, IES Averroes e IES Guadalquivir. Este primer grupo poblacional se definió en función de una serie de variables de clasificación como fueron el sexo, la edad, la titulación académica de acceso a la función pública y los años de experiencia laboral en el ejercicio de la docencia y la orientación educativa. Su distribución en función de la variable sexo es equitativa, encontrándonos, que un 55,6% del grupo encuestado pertenece al sexo femenino y el 44,4% restante al sexo masculino. A partir del año 1990, la LOGSE estima que los Departamentos de Orientación sean un órgano de coordinación y es a partir de este momento cuando se genera una demanda profesional que ha de ser cubierta por este tipo de profesionales. Es por ello, que esta población es relativamente joven dado que casi la mitad posee una edad de entre 30 y 40 años. Son tres las titulaciones que más se adecuan, por su currículum formativo, a las funciones y tareas que se adscriben a la orientación educativa. Este grupo poblacional responde a dicha demanda donde la referencia formativa son los títulos de Pedagogía, Psicopedagogía y Psicología, independientemente de que el acceso ha dicho puesto laboral pueda ser ocupado por cualquier licenciado o licenciada. Somos conscientes de que la diversidad de profesionales que ejercen su trabajo en el ámbito de la educación es una variable de referencia a la hora de describir su desarrollo profesional. En este sentido, Huberman (1990) habla de la existencia de una cronología de etapas de la carrera docente en relación a su consolidación de las actitudes pedagógicas y de las aptitudes metodológicas, entre las que cabe destacar la fase de estabilización o consolidación de un repertorio pedagógico, de conservación y distensión y de serenidad y ruptura en espera de la culminación de la vida laboral. En este sentido, los datos muestran que este equipo de profesionales se distribuye de forma equitativa en las tres fases descritas. - Instrumentos
Para llevar a cabo los objetivos propuestos en este estudio hemos de recoger una serie de datos en virtud de las diferentes variables seleccionadas. Para la obtención de dicha información hemos diseñado una entrevista semiestructurada dirigida a los y las orientadoras de los IES de las Zonas de Transformación Social (ZTS) de la ciudad de Córdoba con el fin de recoger las valoraciones acerca de su labor en este campo y el significado de esta actividad en cuanto actores sociales implicados. La información recogida, tratada y analizada con el programa NUDIST, hacía referencia a los siguientes núcleos: el perfil del alumnado de los IES en los que ejercen la actividad orientadora, las respuestas a las necesidades de atención a la diversidad desde los D.O. y la tipología y carácter de las actuaciones que se llevan a cabo en dichos centros. - Resultados
Para conocer cómo la orientación puede ser un instrumento facilitador en la creación de entornos inclusivos, el estudio realizado nos ha permitido aproximarnos a aquellos escenarios de trabajo en los que se requieren dinámicas e intervenciones de respuesta a la diversidad. En concreto, consideramos en primer lugar el perfil del alumnado para contextualizar y comprender las actuaciones que se desarrollan desde los Departamentos de Orientación en este ámbito.
1) Los rasgos del alumnado como punto de partida para la acción Tal y como hemos reflejado en el apartado anterior, al hablar de la diversidad de la escuela y de los rasgos de la misma en la población estudiantil, los datos de nuestra investigación ponen de manifiesto la relevancia de dichos rasgos en estos contextos escolares. Estos perfiles del alumnado, consideramos que son determinantes para argumentar el hilo que teje las actuaciones de los DO.
¿Qué aspectos del alumnado predominan? Para comprender las principales características que definen a la población estudiantil consideramos necesario plantear el análisis desde la realidad contextual en la que, día a día, se configura la identidad de este alumnado. Los y las profesionales consultadas, a partir de sus aportaciones, nos dibujan este escenario representado, fundamentalmente, por un ambiente social y familiar desestructurado y multiproblemático:
Al aproximarnos al conocimiento del perfil del alumnado en el contexto académico debemos considerar, por tanto, el escenario antes descrito y, en este sentido, hacernos conscientes de la disonancia cognitiva que se produce entre el ámbito escolar y el ámbito social. Un orientador lo expresa con gran claridad: (…) hay unas minorías que la escuela no pasa por ellos, son ellos los que pasan por la escuela (EO4, párrafo 3). De este modo, las dinámicas académicas deben plantearse desde un punto de vista más abierto y flexible, recreando las diferentes realidades que, con mayor o menor impacto, se reflejan en la comunidad: Vivir la cultura en la escuela, interpretarla, reproducirla y recrearla, más que aprenderla académicamente (Pérez Gómez, 1998: 62).
Entendemos que el análisis del contexto nos da pautas para revisar el perfil del alumnado más vinculado a la vida académica. Una de las referencias a este aspecto se centra en los bajos niveles de competencia curricular del alumnado con los que inicia la transición de Educación Primaria a Educación Secundaria.
Por otra parte, creemos interesante subrayar, con la siguiente cita, la idea de Martín y Gelo (2009) al hablar del objetor escolar como el alumnado desmotivado y con un ritmo lento de aprendizaje, que con el tiempo y la falta de respuestas adecuadas a sus demandas, pueden derivar en situaciones de absentismo.
De alguna manera, el lugar de procedencia se apunta también, como un factor de riesgo de exclusión y abandono del sistema educativo.
2) Respuestas a la diversidad desde los Departamentos de Orientación
El análisis de este apartado aborda dos cuestiones que consideramos básicas en el estudio de la labor orientadora: 1. las repuestas del Departamento de Orientación y 2. la tipología de las actuaciones. 1. Las respuestas que se generan en el seno del Departamento de orientación hacen referencia, prioritariamente, a los ámbitos de Acción Tutorial y de Atención a la Diversidad. Centrándonos en este último ámbito, una de las primeras conclusiones extraídas de las entrevistas realizadas es la valoración positiva de las medidas de atención a la diversidad que se desarrollan en los centros de Educación Secundaria. Las orientadoras y orientadores destacan que estas acciones suponen un cambio en la trayectoria académica del alumnado, un aumento en la motivación por los estudios, la reformulación de expectativas personales y profesionales, e incluso, el acceso al mercado laboral para aquellos grupos de riesgo de abandono prematuro del sistema educativo.
¿Qué respuestas educativas se formulan ante la realidad diversa del alumnado? La medida más significativa, en el contexto investigado, es la puesta en marcha de programas de educación compensatoria. No obstante, se citan igualmente las adaptaciones curriculares individuales, programas de acompañamiento, programas de diversificación curricular y programas de garantía social.
Nos parece oportuno incluir, en este punto, opiniones relacionadas con la actitud e implicación del profesorado que debe acompañar al diseño y desarrollo de las distintas medidas de atención a la diversidad en general, y de las adaptaciones curriculares individuales en este caso en particular:
En general, y como concluyen algunas investigaciones (Cardona, 2005), estas actitudes que frenan la implementación de adaptaciones curriculares por parte del profesorado pueden deberse a distintos factores: formación en estrategias de aprendizaje cooperativo, formación específica para el diseño y desarrollo de las adaptaciones curriculares, reducción de la ratio por aula y tiempo disponible para planificar un trabajo colegiado entre profesionales, preferentemente, con el profesorado de apoyo y el orientador u orientadora. Por otra parte, la puesta en marcha de la compensación educativa requiere, además de la incorporación de nuevo profesorado, respuestas organizativas relativas a criterios de agrupamiento del alumnado:
Y de reestructuración espacial y temporal del centro.
De la cita anterior, podemos deducir que la flexibilidad organizativa a la que aludíamos, necesita el apoyo del Equipo Directivo en las tareas de gestión. En este sentido, el carácter heterónomo y excesivamente burocratizado de las organizaciones escolares (Santos Guerra, 2000) puede suponer una seria dificultad para lograr la autonomía necesaria para llevar a cabo las decisiones que posibiliten el desarrollo de las medidas de atención a la diversidad. Sobre estas últimas consideraciones, es interesante destacar el riesgo de considerar los grupos de compensatoria como “cajón de sastre”. Como estrategias útiles para evitar ese riesgo potencial se propone la sistematización – por medio de un guión pautado- que marque las directrices de incorporación del alumnado a las distintas respuestas educativas:
2. La siguiente cuestión, en el estudio que estamos realizando, nos presenta la tipología de las actuaciones que se están desarrollando en los centros educativos desde los DO. En líneas generales, consideran que sus actuaciones responden a las premisas básicas del modelo de consulta (Cardona, 2005): intervención integrada en el proceso educativo –diseño y seguimiento de las actividades recogidas en el Plan de Orientación y Acción Tutorial- con profesionales del mismo status profesional y de carácter indirecto:
Pasamos a relatar algunas de las situaciones que, en la vida cotidiana del centro, requieren una intervención bien de carácter individual, bien de carácter grupal. a) Actuaciones de carácter individual El quehacer de los y las orientadoras entrevistadas tiene un marcado acento de preferencia individual: fundamentalmente nuestra intervención es individual. (EO1, párrafo 21) y así lo expresan, tomando como marco de referencia las disposiciones normativas señaladas en la Orden de 27 de julio de 2006 por la que se regulan determinados aspectos referidos al POAT (artículo 10, punto 1).
Nos encontramos en las aulas con un sector de la población estudiantil que, como resultado de sus niveles de competencia curricular, requieren por parte del profesorado tutor con la colaboración del orientador u orientadora, un trabajo individualizado.
Así mismo, se presentan situaciones, al margen de las relativas al nivel de competencia curricular, que requieren un tratamiento individualizado para evitar la desmotivación y salvar el ritmo académico. El signo de esta demanda suele ser de tipo personal.
Otro perfil que requiere una acción individual es el alumnado con conducta disruptiva y un entorno familiar no “amable”. Las actuaciones que se arbitran, en este caso, se ajustan a la ocupación de otros espacios con otras tareas académicas: … se le priva del derecho de asistencia con el grupo ordinario pero asiste al centro y se le articula otro horario y otra serie de actividades (EO3, párrafo 43). Finalmente, una orientadora añade la atención al alumnado que no tiene claro continuar en el itinerario académico y desconoce los cauces de incorporación al ámbito laboral.
b) Actuaciones de carácter grupal Este tipo de actuaciones se integran en las actividades enmarcadas en el Plan de Acción Tutorial y en los proyectos que se desarrollan en los centros. La convivencia y el trabajo con el alumnado de nuevo ingreso constituyen las dos líneas de trabajo prioritario a nivel de grupo:
Conclusiones y propuestas La característica fundamental del alumnado de los centros de Educación Secundaria en los que hemos desarrollado esta investigación es la heterogeneidad. Los rasgos predominantes que identifican a este grupo poblacional hacen alusión a aspectos tales como el lugar de procedencia diverso, bajos niveles de competencia curricular con los que inician el proceso de transición de Educación Primaria a Educación Secundaria, contexto sociofamiliar desestructurado y multiproblemático, conductas disruptivas, ritmo de aprendizaje lento y desmotivación hacia las dinámicas académicas. Este perfil nos lleva a entender que la atención a la diversidad de modelos de aprendizaje implica un cierto grado de exigencia en la creación de respuestas educativas heterogéneas. Sin embargo, concebir la diversidad del alumnado como un problema/obstáculo o como un reto/oportunidad condicionará las acciones que se desarrollen en el centro y/o en el aula. Este dilema en el modo de entender y atender a la diversidad forma parte de la cultura organizativa de los centros educativos guardando una estrecha relación, de una parte, con el profesorado y, de otra, con la propia organización y funcionamiento del centro. En relación con el profesorado que realiza su labor docente en Zonas de Actuación Preferente, cobra especial relevancia el rol educador más que el rol instructor. Sin embargo, en Educación Secundaria, uno de los rasgos que caracteriza el perfil docente, según las orientadoras y orientadores consultados, es la carencia de formación psicopedagógica por lo que, en ocasiones, el profesorado encuentra notables dificultades para responder a esa función educadora. En este sentido, podríamos plantear varias líneas de actuación: en primer lugar, el diseño de un plan de formación continua que favorezca el desarrollo de equipos educativos estables en centros de Educación Compensatoria. El diagnóstico previo en estos contextos, es un primer paso incuestionable para diseñar este plan de formación del profesorado que, a su vez, los capacite para elaborar su propio análisis de la realidad en la que están ejerciendo su labor docente. Debemos considerar que el diagnóstico es realizado y utilizado, a veces, de manera errónea e insuficiente puesto que no se analizan las causas que han generado esa realidad, no se arbitran los instrumentos adecuados para obtener la información, no se implica a toda la comunidad educativa en el proceso de análisis de la realidad, no se le dedica el tiempo necesario y no se incorpora a los agentes socioeducativos que están actuando en la zona y que tienen gran información de las causas que generan las principales problemáticas en el entorno. En segundo lugar, si las necesidades de formación parten de los centros y de los equipos educativos de los centros, lo lógico es que puedan obtener respuestas en sus contextos de origen. Las claves que debemos tener en cuenta en el diseño de nuestro plan de formación aluden a aspectos tales como: el nivel competencial del profesorado en el inicio de la formación, el grado de desarrollo profesional del mismo, la naturaleza que motiva la acción formativa, el efecto esperado a posteriori de la formación, el hecho de que la acción formativa responda a un plan gestionado por el equipo directivo, la cohesión de la cultura colaborativa en el centro y la participación e implicación de líderes pedagógicos –que, en nuestro caso, sería la orientadora u orientador. Los centros escolares, como organizaciones, presentan diferentes facetas estructurales que determinan las dinámicas internas de la comunidad educativa y la capacidad de generar estrategias organizativas adecuadas a una realidad diversa. Los profesionales consultados apuntan algunas de estas estrategias: la reducción de la ratio del alumnado por aula ya que, actualmente, suelen ser grupos numerosos donde la tarea educativa se desarrolla de una forma despersonalizada; la creación de equipos de ciclo en esta etapa educativa regidos por el tutor o la tutora, puesto que esta estructura facilitaría la labor educativa reforzando la acción tutorial y la creación de un contexto educativo de colaboración. Insistiendo en este último aspecto, entendemos que una de las conclusiones más evidentes en este estudio ha sido la necesidad de confluencia de las distintas modalidades de respuesta a la diversidad en un mismo espacio de colaboración. Un trabajo colaborativo en las aulas, parte de la concepción de un centro colaborativo. Para idear dicha cultura de colaboración, las relaciones de trabajo del profesorado tienen que estar mediadas por el equipo directivo y el departamento de orientación. De esta manera, se desarrolla el sentido de comunidad, con un fuerte predominio del apoyo, la relación mutua y el aprendizaje profesional compartido, al igual que vivir la enseñanza como una tarea colectiva, en cooperación e interdependencia y con una visión compartida del centro como conjunto, en el que se comparten valores, procesos y metas. Las conclusiones y propuestas hasta aquí señaladas inciden en la importancia de la tarea de la orientación como herramienta de apoyo a la inclusión. En concreto, proponemos desde la actuación de la orientadora u orientador, dos modelos de coordinación: pedagógica y de mediación con el entorno. En relación con la coordinación pedagógica, las decisiones que se toman en un centro educativo ejercen una influencia en la vida cotidiana de las aulas afectando, entre otros aspectos, a la creación del grupo-clase, a la distribución de las asignaturas en la banda horaria, a la ocupación de los espacios, a la formación de equipos de trabajo y a la forma de organizar las aulas y los espacios comunes. En este sentido, la orientadora u orientador puede realizar una función de colaboración con el equipo directivo para poner en práctica medidas pedagógicas que mejoren el funcionamiento del centro: integración de diferentes niveles de atención a la diversidad académica y cultural, coordinación de las medidas desarrolladas en el centro y coordinación intercomunitaria mediante la creación de foros de trabajo para establecer propuestas pedagógicas en colaboración con los especialistas - del centro y del entorno- de atención a la diversidad. En cuanto al trabajo de mediación con el entorno, son varias las actuaciones que podrían emprenderse y en las que los orientadores asumirían labores de mediación: la creación de un Consejo de Coordinación de Zona para establecer pautas de trabajo comunitarias; la elaboración de un mapa de relaciones y recursos que posibilite vertebrar y coordinar las diferentes acciones iniciadas desde los distintos servicios, agentes y contextos socioeducativos; la incorporación de nuevos profesionales a los Departamentos de Orientación (como podría ser la figura de los educadores y educadoras sociales) y, finalmente, la creación de redes de aprendizaje basadas en la comunidad (Harasim, Hiltz, Turoff y Teles, 2000) nos permitiría desarrollar actividades en el contexto, permitiendo el acceso a una serie de materiales, recursos y fuentes de información compartidas por todos los agentes socioeducativos de la zona. 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