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20011 - Vol. 5 Num. 1  
           
  Editorial: ¿Escuelas eficaces versus Escuelas inclusivas?  
           
  F. Javier Murillo y Cynthia Duk  
     
 

Es posible que la búsqueda de un título breve pero provocador para enganchar la lectura de este editorial haya generado que se nos escapara el foco de la cuestión. Intentémoslo de otra forma: ¿una escuela inclusiva puede no ser eficaz?, ¿una escuela eficaz puede ser no inclusiva?

Ambas cuestiones se nos antojan sugerentes y su respuesta no es tan fácil e inmediata como pueda parecer. El problema de fondo es que si la contestación a ambas es negativa, es decir si consideramos que una escuela para ser eficaz debe ser inclusiva, y que una escuela  para ser inclusiva debe ser eficaz, nos encontramos que una escuela inclusiva y una escuela eficaz  son lo mismo. Y poca gente asumirá esto último como cierto: demasiados años de lucha para llegar a un lugar ya conocido. Pero, ¿son acaso conceptos tan diferentes?

Aunque el camino lógico sería comenzar analizando qué entendemos por una escuela inclusiva y una escuela eficaz, vamos a postergarlo para más adelante. Preferimos presentar antes de nada una breve reflexión acerca del por qué nos genera inquietud pensar que los conceptos de escuela eficaz y escuela inclusiva no son tan diferentes.

El concepto de "escuela eficaz" proviene de la Línea de Investigación sobre Eficacia Escolar  y comparte con ella muchas incomprensiones y una injusta mala fama, especialmente en América Latina. Quizá por la influencia de los estudios más economicistas, quizá por la influencia negativa surgida de interpretaciones sesgadas e interesadas, o tal vez por la crítica que se le hace de tener una visión mecanicista de la educación o un enfoque tecnocrático. Críticas que contrastan con visiones más conservadores de otros países del mundo que han tachado a la investigación de eficacia escolar como progresista, dado que se preocupa de cuestiones tales como la equidad en los resultados para alumnos desaventajados o para las minorías, presta excesiva atención a las clases bajas y establece perfectamente la relación entre situación socioeconómica y rendimiento para hablar de escuelas eficaces.

En todo caso, el término "escuela eficaz" es un tecnicismo que surgió por la necesidad de los investigadores de buscar un elemento en común a las diferentes definiciones de "escuela de calidad"; una especie acuerdo tácito entre todas las diferentes concepciones de lo que es una escuela de calidad. De esta forma, para que una escuela sea considerada "buena", al menos, todos y cada uno de los y las estudiantes deben aprender... Poca gente pondrá en duda esta afirmación. Cierto es que quizá eso no sea suficiente, además, quizá haya que hablar también de relevancia o pertinencia.

El término educación inclusiva, por su parte, no está muy claro cuando surge. Posiblemente nace de la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales organizada por la  UNESCO en 1994 y que concluyó con la llamada Declaración y Marco de Acción de Salamanca.

Transcurridos 16 años, el principio rector de  dicho Marco de Acción está completamente vigente y sigue orientando las políticas en muchas partes del mundo, textualmente señala que “las escuelas deben acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales lingüísticas u otras. Deben acoger a niños discapacitados y niños bien dotados a niños que viven en la calle y que trabajan, niños de poblaciones remotas o nómadas, niños de minorías lingüísticas, étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidos o marginados”. Además fundamenta que “las escuelas ordinarias con esta orientación integradora  a representan el medio más eficaz para combatir las actitudes discriminatorias, crear comunidades de acogida, construir una sociedad integradora y lograr la educación para todos; además, proporcionan una educación efectiva a la mayoría de los niños y mejoran la eficiencia y, en definitiva, la relación costo-eficacia de todo el sistema educativo.

Sin duda, es la Declaración de Salamanca la que plantea con claridad la inclusión como principio central que ha de guiar la política y la práctica en la construcción de una educación para todos.

Es, por tanto, un planteamiento surgido del encuentro de decidores de política y expertos de más de 90 gobiernos y organizaciones del mundo concienciados y preocupados por avanzar hacia una escuela para todos. Con ello hasta podemos afirmar que se trata de un  término "político", que refleja un modelo de ser humano y define una sociedad ideal; un término incluso "utópico" si se quiere entender así.

Que un término "técnico" y otro "utópico" se acerquen, pensar que tienen tanto en común, nos resulta, al menos, chocante. Aunque conseguir una escuela eficaz (para todos y cada uno) es tan político o tan utópico como una escuela inclusiva y, el término inclusión es tan técnico como el de eficacia.

Pero volviendo a los conceptos, una definición de Escuela eficaz es:

“…aquella que consigue un desarrollo integral de todos y cada uno de sus estudiantes, más allá de lo que sería previsible teniendo en cuenta su rendimiento previo y la situación socio-económica y cultural de sus familias”. (Murillo, 2005:25)

De esta afirmación se desprende que las escuelas que seleccionan, discriminan o marginan a  cualquiera de sus estudiantes por sus características personales, culturales o sociales no son escuelas eficaces, que no es suficiente aprender lengua, matemáticas o ciencias para  desarrollarse integralmente, y que es  preciso disponer de apoyos especiales para los estudiantes que por sus antecedentes o situación, más lo necesitan.

Para escuela inclusiva, por su parte, podemos encontrar definiciones primigenias como la de Stainback y Stainback (1999: 21) que defiende que “es la que educa a todos los estudiantes en la escuela ordinaria", pero que tan escasa nos resulta, o la de Ainscow (2001: 44) que señala que  es “una escuela que no sólo acepta la diferencia, sino que aprende de ella”.  En todo caso, es aquella que garantiza el acceso, la plena participación y el aprendizaje de todos y cada uno de los estudiantes, independientemente de sus diferencias personales, su procedencia social y cultural.

De esta forma, no son tan diferentes ambas definiciones; o al menos tienen un punto en común: que todos y cada uno deben aprender. ¿Podemos imaginar una escuela inclusiva donde los estudiantes, todos los estudiantes, no aprendan? Obviamente no, será una escuela integrada, donde conviven todos los y las estudiantes, pero no inclusiva.

Parafraseando a nuestro amigo Antonio Bolívar, cuanto más eficaz sea una escuela, más inclusiva será. Así se sencillo y así de desafiante.

 
     
 
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